El movimiento: el corazón palpitante de un reloj mecánico
Un reloj mecánico se define por su corazón palpitante: el movimiento, que se encuentra alojado en la caja. El movimiento mecánico está formado por numerosos componentes. Entre otros, está equipado con un sistema de cuerda manual o un sistema de cuerda automática con una masa oscilante. En los relojes con sistema de cuerda manual, se da cuerda a un resorte “a mano” o “manualmente” girando la corona en el lateral de la caja del reloj.
Todas las funciones del reloj dependen del resorte principal, que almacena la energía necesaria para el movimiento y la libera gradualmente para mantener el reloj en marcha. Para garantizar esto, el reloj debe ser dado cuerda a intervalos regulares. Dar cuerda al reloj también ayuda a mantener su capacidad de marcar el tiempo con precisión.

Historia del reloj
Hoy en día, todas las herramientas de medición del tiempo están a un clic de distancia. Sin embargo, en los primeros tiempos de la medición del tiempo, la naturaleza era el único punto de referencia. Hace unos 5.000 años, ya se utilizaban relojes solares basados en sombras. Según la posición del sol, se podía determinar la hora a través de la sombra correspondiente proyectada sobre una división circular de unidades. Sin embargo, este método también tenía desventajas: su precisión dependía en gran medida de las condiciones meteorológicas y de la luz.
A partir del tercer milenio A. C., los relojes de agua aportaron una solución a estos problemas. Como demuestran los artefactos de Mesopotamia y Egipto, el tiempo se medía observando los intervalos de tiempo de entrada o salida del agua en recipientes. Con el tiempo, estos relojes de agua evolucionaron hacia dispositivos de medición del tiempo cada vez más sofisticados y complejos que utilizaban construcciones hidráulicas y mecánicas de ruedas dentadas.
En el siglo XIII, los relojes mecánicos surgieron en Europa, ya que ofrecían cierta independencia de las influencias ambientales y dependían de un juego de ruedas dentadas, escapes y masas rodantes como fuerza motriz. Este desarrollo se puede atribuir principalmente a las iglesias y los monasterios.
Inicialmente utilizados como relojes de mesa en los monasterios, los relojes mecánicos pronto se integraron en las torres de las iglesias, lo que puso la visualización del tiempo en el centro de atención y lo convirtió en un asunto público. El tiempo se indicaba a menudo acústicamente mediante carillones o visualmente mediante manecillas que se movían en una escala de tiempo.
Estos mecanismos acústicos se utilizaron más tarde en los relojes de bolsillo, también llamados repetidores de minutos o relojes de carillón, para proporcionar la indicación del tiempo por la noche.
El desarrollo del reloj de bolsillo
En el siglo XIV, los relojes de arena gozaban de gran popularidad, pero en el campo de los relojes mecánicos se produjeron innovaciones, como el escape de verge, que permitía una mayor precisión. En el siglo XV, apareció un nuevo sistema de cuerda: un resorte de tensión se convirtió en la opción más precisa para poner en movimiento el mecanismo del reloj en lugar de pesas.

Aunque no se sabe con certeza quién lo inventó, el resorte real hizo posible la producción de relojes pequeños. A diferencia del sistema de cuerda basado en pesas utilizado anteriormente, podía fabricarse como un acumulador de energía en miniatura. De este modo, la miniaturización del movimiento mecánico hizo posible la creación de relojes portátiles. En 1462, el término “reloj de bolsillo” apareció por primera vez en una correspondencia italiana.
En el siglo XVI se empezaron a fabricar relojes cilíndricos o con forma de huevo que se podían llevar a todas partes, pero que eran considerablemente más pesados que los relojes de bolsillo posteriores. No fue hasta la segunda mitad del siglo cuando se empezaron a producir estos pequeños relojes con formas que se corresponden con nuestro concepto moderno de reloj de bolsillo.
Además, la industria relojera suiza floreció durante este período debido a la prohibición de las joyas impuesta por el influyente teólogo y reformador Juan Calvino. Hasta el día de hoy, Suiza sigue estando fuertemente influenciada por la industria relojera.
El reloj mecánico en los siglos XVII y XVIII
Los relojes mecánicos pequeños se llevaban colgados del cuello o en el bolsillo mediante una cadena. Esta última forma de llevarlo se hizo especialmente popular cuando el rey inglés Carlos II puso de moda el chaleco. Hasta alrededor de 1680, estos relojes solo tenían una aguja (reloj monoaguja).
Aunque ya en aquella época los relojes de torre podían llevar minutero, para conseguir una indicación precisa de los minutos en los relojes de bolsillo era necesario perfeccionar la miniaturización necesaria. Además de la indicación de los minutos en los relojes de bolsillo, en esta época surgieron otros avances interesantes. Por ejemplo, se utilizó vidrio para proteger los relojes y Christiaan Huygens creó la espiral basada en el principio del péndulo.
En el siglo XVIII, los relojes portátiles mostraban la artesanía en todo su esplendor con superficies elaboradamente decoradas, como engastes de piedras preciosas, grabados y esmaltes. Debido a su laboriosa y lenta fabricación, los relojes de bolsillo no eran un producto para el ciudadano medio y se consideraban un símbolo de status, especialmente entre la aristocracia.
Otro paso importante en el desarrollo de los relojes mecánicos lo dio el inglés Thomas Mudge, que en 1755 inventó el mecanismo de escape de áncora, que todavía se utiliza en la relojería actual. Este mecanismo mejora la precisión de marcha al transmitir impulsos más uniformes al volante que los mecanismos de áncora anteriores.
El nacimiento del reloj de pulsera
Hoy en día, los relojes se presentan en todos los tamaños, formas y colores. El reloj de pulsera está especialmente presente en nuestra vida cotidiana. Sin embargo, su condición de objeto de uso diario y accesorio no es casualidad, sino el resultado de siglos de desarrollo.
En el siglo XIX, ya existían todo tipo de relojes: desde relojes de iglesia y de pared hasta relojes de mesa y de viaje. En ese mismo siglo se inventaron el cronómetro y el reloj con marca de tiempo, mientras que se patentó el despertador mecánico, pero el reloj de pulsera aún no se había inventado.
El primer reloj de este tipo lo creó Abraham-Louis Breguet en 1810 para la reina de Nápoles, y luego le siguieron otras creaciones similares.
A finales de siglo, estos relojes se habían consolidado principalmente como relojes de lujo para mujeres, sobre todo porque no eran especialmente precisos. En 1880, la primera serie de relojes de este tipo para hombres se fabricó como relojes de pulsera personalizados de Girard-Perregaux para oficiales de marina. Estas 2.000 piezas, encargadas por Guillermo I, son también un ejemplo del cambio generalizado de la producción en serie a la producción en masa durante este período de industrialización.

Un siglo apasionante para el reloj mecánico
El siglo XX ha sido testigo de momentos de éxito y de graves reveses para los relojes mecánicos. Por ejemplo, Louis Cartier y el pionero de la aviación Alberto Santos-Dumont popularizaron el reloj de pulsera en 1904 con el reloj Santos . De este modo, nació el reloj de piloto y el reloj de pulsera ya no se consideraba una simple pieza de joyería, sino un compañero útil.
Muchos soldados llevaban relojes de pulsera durante la Primera Guerra Mundial, ya que eran mucho más prácticos que los relojes de bolsillo que habían sido el estándar hasta entonces.
En la década de 1920 se introdujeron varias innovaciones que han seguido influyendo en el mundo de la relojería hasta nuestros días. Por ejemplo, en 1923 el británico John Harwood construyó el primer reloj automático y en 1926 Rolex presentó el primer reloj de pulsera resistente al agua con su modelo Oyster .
El reloj de cuarzo, que funcionaba con pilas, fue inventado por los estadounidenses Horton y Morrison en 1927 y provocó una crisis en la industria relojera en los años 60 y 70, que se desató con el lanzamiento del primer reloj de pulsera de cuarzo por parte de Seiko en 1969.
Tras la popularidad de los relojes de pulsera como producto para el público en general en los años 50 y el auge de los relojes-herramienta profesionales como el Rolex Submariner o el Blancpain Fifty Fathoms en los años 50 y 60. Los relojes de cuarzo, con su indicación de la hora analógica o digital, son más precisos y su producción es significativamente más sencilla y barata en comparación con los relojes mecánicos.
En última instancia, estas ventajas llevaron a una mayor popularidad y producción que afectó gravemente a muchas empresas relojeras, especialmente en Suiza, desde el punto de vista económico. La relojería mecánica casi se paralizó y muchas empresas redujeron su personal o se declararon en quiebra.
La recuperación de la industria llevó algún tiempo. Finalmente, en los años 90, los relojes mecánicos volvieron a cobrar protagonismo como relojes de lujo. El regreso de los relojes artesanales con elaboradas decoraciones y sofisticados movimientos diferenció claramente a estos relojes de sus homólogos de producción en serie.

¿Qué hay dentro de un reloj mecánico de cuerda manual?
La anatomía de un reloj mecánico está formada principalmente por muelles, engranajes, piñones, placas de movimiento y puentes. Todos los componentes deben funcionar en perfecta armonía para que el reloj sea preciso. La base de todo reloj mecánico es el muelle real y el mecanismo de cuerda.
Sin embargo, estos son solo dos de los seis componentes de un movimiento mecánico simple para indicar la hora mediante agujas y sin funciones adicionales, las llamadas pequeñas o grandes complicaciones. Los otros componentes son el tren de engranajes, el escape, el volante y el mecanismo de movimiento.
Otro momento importante en la historia de la relojería fue la invención del escape coaxial por parte de George Daniels en 1967, patentado en 1980. Una de las pocas innovaciones de este tipo en la época moderna, el escape coaxial es una modificación del escape de áncora tradicional que funciona con tres paletas para evitar la fricción deslizante de un escape de áncora. Esto fue revolucionario en el sentido de que eliminó la necesidad de lubricación.
El movimiento
La hora se puede indicar mediante discos y números saltantes o mediante agujas. Esta última es la variante más común y requiere un mecanismo de movimiento que se encuentra debajo de la esfera. Al sacar la corona, se puede ajustar de forma segura las agujas, separándolas del tren de engranajes hasta que se hayan ajustado las agujasy se haya vuelto a introducir la corona.

La rueda de minutos hace girar la aguja de los minutos una revolución por hora. Una rueda de cambio está interconectada con la rueda de minutos y la ralentiza lo suficiente como para poner en movimiento la aguja de las horas. La rueda de cambio completa una revolución cada 12 horas. Por último, pero no por ello menos importante, la rueda de segundos acciona la manecilla de los segundos.
Cuerda manual vs. cuerda automática:
Los primeros intentos de fabricar mecanismos automáticos se remontan al siglo XVIII, por ejemplo, de la mano del belga Hubert Sarton. Muchas de las fases de desarrollo de la invención del reloj automático no están documentadas con precisión, por lo que no es posible atribuirlas con exactitud.
El mecanismo no empezó a utilizarse realmente hasta el siglo XX, cuando se inventó el reloj de pulsera, ya que, a diferencia de los relojes de bolsillo, la energía necesaria se podía generar mediante el movimiento de la muñeca. En 1923, el relojero británico John Harwood solicitó la primera patente para un mecanismo automático para relojes de pulsera en Suiza y la obtuvo un año después. Finalmente, unos años más tarde, comenzó a fabricar estos relojes en serie.
En 1931, el lanzamiento del Rolex Oyster Perpetual automático con caja sellada supuso un gran éxito para el mecanismo. Estos modelos resistieron incluso la crisis del cuarzo gracias a su sistema de cuerda bidireccional y a sus rodamientos de bolas. Hoy en día, siguen siendo una parte importante del catálogo de la venerada marca.

Los componentes básicos corresponden a un reloj de cuerda manual. Sin embargo, en un reloj automático, el muelle real no se da cuerda manualmente a través de la corona, sino mediante un rotor. Esta pieza de metal semicircular absorbe la energía que se transmite al muelle real mediante los movimientos de la muñeca y la almacena.
Depende de usted si opta por un modelo de cuerda manual o automático. En cualquier caso, con un mantenimiento constante y profesional, los relojes mecánicos pueden durar décadas o incluso siglos como objetos de colección, y esto, por supuesto, forma parte de su atractivo perdurable.
Relojes mecánicos: una cuestión de estética
Además de su impresionante construcción técnica, el aspecto de un mecanismo mecánico suele ser también llamativo. No en vano, muchos relojes mecánicos tienen una parte trasera de cristal de zafiro que deja ver el mecanismo. A diferencia de un reloj de cuarzo, los numerosos componentes de un mecanismo mecánico ofrecen muchas superficies para diversas decoraciones.
Por ello, muchos fabricantes de relojes se especializan en determinadas técnicas de decoración y se comprometen activamente a preservar las tradiciones artesanales . Por tanto, los relojes mecánicos no son objetos de lujo por el mero hecho de serlo, sino también objetos culturales fascinantes, caracterizados por su larga historia cultural y técnica.
Se trata de una historia humana que, como demuestran muchos de los relojes de pulsera pioneros que han aparecido en el mercado a lo largo de las décadas, está lejos de ser contada. Por tanto, la compra de un reloj mecánico también conserva una pequeña pero fascinante parte de la historia y la tradición.